Docenario Sábado, 6 de diciembre de 2014 -:
Este día vamos a considerar una de las virtudes más atractivas del mundo cristiano: la solidaridad. Jesús ha sido el modelo máximo de solidaridad con nosotros: nada como hacerse hombre todo un Dios verdadero. En el siguiente lugar está nuestra Madre que fue enviada por Dios con gran solidaridad primero con el mundo indígena y también con el mundo mestizo y aun de los criollos que estaban naciendo en México, y nuestra Madre se mostró compasiva y solidaria en extremo. Ahora lo está haciendo también ante tanto sufrimiento en nuestro país. Nuestro querido Juan Diego, aparece como muy solidario cuando fue hacia Tlatelolco por el sacerdote que ayudara a su tío a bien morir. Ante las circunstancias de tanto temor por la posible muerte de su tío, decidió irse por otro camino, pero María le salió al paso para apoyarlo, consolarlo, decirle que confiara en Ella. Ella es la Estrella Solidaria, Nuestra Madre Amabilísima, que ve y siente nuestras penas y angustias y corre, se acerca a ayudarnos. Por eso, este día la contemplamos muy solícita en favor de Juan Diego, en esta escena tan llena de Su amor hacia él, hacia Juan Bernardino, hacia nosotros.
Primera consideración.- María es la que a todas partes está mirando para cuidarnos a todos. (N.M. 104) Dios, el que es Amor Solidario con todos, le ha dado a nuestra Madre la capacidad de estar al pendiente de nosotros desde Su Asunción al cielo. ¿Cómo nos sentimos ante esta realidad? ¿Cómo recibimos y sentimos esta mirada Suya? ¿Cómo la miramos a Ella? ¿Cómo miramos toda la realidad que está a nuestro alrededor, y sobre todo, a los demás? Pidámosle a nuestra Madre que nos enseñe a mirar con Su mirada misericordiosa y compasiva.
Segunda consideración.- Juan Diego se da cuenta de cómo la Virgen desciende del cerro y como lo había estado mirando y esperado (N.M.105). Imaginemos la alegría y esperanza que pudo haber sentido Juan Diego por este encuentro porque Ella lo estaba esperando. A lo mejor sintió también cierto temor al pensar que lo iba a detener. Cuando vamos a visitar al Señor en el sagrario ¿cómo nos sentimos? Cuando vamos a algún lugar en donde se venera alguna imagen de María, sobre todo en el Tepeyac, cómo nos sentimos. ¿Les pasamos esta experiencia de Fe a otros? ¿Alguna vez hemos llegado a sentir que Ella nos mira? Pidámosle que nos muestre Sus ojos misericordiosos.
Tercera consideración.- María se acerca, le sale al encuentro a Juan Diego y le pregunta: “¿Qué pasa, mi hijito, a dónde vas, a dónde te diriges? ” (N.M.106-107). Para Juan Diego, ya no fue sólo sentir que Ella lo veía, ahora es estar con Ella, es sentirla cerca y tenerla allí, con él. Disfrutemos con Juan Diego esta presencia de María con nosotros. Pidámosle a nuestro Dios que nos haga sentirla cerca de nosotros hoy mismo con todo ese amor solidario que nos tiene a cada uno. Que les haga sentir este amor solidario a tantas familias que han estado sufriendo la desaparición de sus hijos o de personas cercanas a ellas.
Cuarta consideración.- La Virgen le pregunta a Juan Diego: “¿Qué pasa, hijito mío, a dónde te diriges? María es toda una Madre, se preocupa por Su hijito, quiere saber de él por él mismo; y en esa época Juan Diego tenía 57 años.. Cada uno de nosotros le importamos, somos valiosos para Ella porque es verdaderamente Madre nuestra. Sintamos que estas preguntas nos las hace personalmente a cada uno de nosotros hoy mismo. ¿Qué le respondemos? ¿Qué nos pasa hoy; cómo nos sentimos? ¿Qué nos preocupa? Expresémosle nuestros sentimientos y necesidades…
Quinta consideración.- Juan Diego es consolado increíblemente por la Reina celestial. Ella le dice que no tema con las palabras más convincentes y cariñosas. (N.M.118-120). Cuando Juan Diego sigue insistiendo en el dolor que tiene nuestra Madre le dice: “¿Mi hijto, escucha, ponlo en tu corazón.es poco lo que te afligió y perturbó. ¿No estoy Yo aquí que soy tu Madre?¿No estás bajo mi sombra y resguardo?¿No soy Yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?¿Tienes necesidad de alguna otra cosa..? Que no te aflija la enfermedad de tu tío, ten por cierto que ya está bien. Contemplemos este encuentro gozoso de Madre e hijo. Disfrutemos estas palabras hoy dichas a nosotros por nuestra Madre. ¿Esto no nos pacifica y alegra? Pidámosle a nuestra Madrecita que nos enseñe a saber estar gozosos con Ella en la oración, el silencio, la contemplación de los misterios de la vida de Cristo. Que Ella misma nos enseñe a esperar contra toda esperanza ante lo que nos pasa y le pasa al mundo cada día. Aprendamos de Juan Diego a tratarla con mucha sencillez, cariño y familiaridad. Que él interceda por nosotros y de modo especial por el mundo indígena, su mundo, para que les alcance paz y consolación… Reflexionemos un poco más. La solidaridad nos debe caracterizar a los cristianos. Compartamos testimonios recientes de solidaridad que nos impulsen a ser más solidarios. Podríamos comentar con algun@s algo sobre la Madre Teresa de Calcuta, sobre la solidaridad del P. Miguel Agustín Pro S.J. en México, o de fray Maximiliano María Kolbe en Polonia, o de San Alberto Hurtado S.J. en Chile. Apoyos Bíblicos: Juan 8, 1-11; Lc. 1, 39-45 y 24, 13-35 Salmo: 85 (84) Descubramos la solidaridad de Jesús y de María en los textos del Evangelio de hoy. Que esto nos ayude para que busquemos compromisos más concretos al estilo de Jesús y María. Frase del Evangelio: ¿”Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a verme..?” Lc.1,43 ++ Para la gloria de Dios y de Santa María de Guadalupe ++ Joaquín Gallo Reynoso S.I. Este día vamos a considerar una de las virtudes más atractivas del mundo cristiano: la solidaridad. Jesús ha sido el modelo máximo de solidaridad con nosotros: nada como hacerse hombre todo un Dios verdadero. En el siguiente lugar está nuestra Madre, que fue enviada por Dios con gran solidaridad, primero con el mundo indígena y también con el mundo mestizo y aun de los criollos que estaban naciendo en México, y nuestra Madre se mostró compasiva y solidaria en extremo. Ahora lo está haciendo también ante tanto sufrimiento en nuestro país. Nuestro querido Juan Diego aparece como muy solidario cuando fue hacia Tlatelolco por un sacerdote que ayudara a su tío a bien morir. Ante las circunstancias de tanto temor por la posible muerte de su tío, decidió irse por otro camino, pero María le salió al paso para apoyarlo, consolarlo, decirle que confiara en Ella. Ella es la Estrella Solidaria, Nuestra Madre Amabilísima, que ve y siente nuestras penas y angustias y corre, se acerca a ayudarnos. Por eso, este día la contemplamos muy solícita en favor de Juan Diego, en esta escena tan llena de su amor hacia él, hacia Juan Bernardino, hacia nosotros. Primera consideración: María es la que a todas partes está mirando para cuidarnos a todos (N.M. 104). Dios, el que es Amor Solidario con todos, le ha dado a nuestra Madre la capacidad de estar al pendiente de nosotros desde su Asunción al Cielo. ¿Cómo nos sentimos ante esta realidad? ¿Cómo recibimos y sentimos esta mirada suya? ¿Cómo la miramos a Ella? ¿Cómo miramos toda la realidad que está a nuestro alrededor y, sobre todo, a los demás? Pidámosle a nuestra Madre que nos enseñe a mirar con su mirada misericordiosa y compasiva. Segunda consideración: Juan Diego se da cuenta de cómo la Virgen desciende del cerro y cómo lo había estado mirando y esperado (N.M. 105). Imaginemos la alegría y esperanza que pudo haber sentido Juan Diego por este encuentro porque Ella lo estaba esperando. A lo mejor sintió también cierto temor al pensar que lo iba a detener. Cuando vamos a visitar al Señor en el sagrario ¿cómo nos sentimos? Cuando vamos a algún lugar en donde se venera alguna imagen de María, sobre todo en el Tepeyac, ¿cómo nos sentimos? ¿Pasamos esta experiencia de fe a otros? ¿Alguna vez hemos llegado a sentir que Ella nos mira? Pidámosle que nos muestre sus ojos misericordiosos. Tercera consideración: María se acerca, le sale al encuentro a Juan Diego y le pregunta: “¿Qué pasa, mi hijito, a dónde vas, a dónde te diriges?” (N.M. 106-107). Para Juan Diego ya no fue sólo sentir que Ella lo veía, ahora es estar con Ella, es sentirla cerca y tenerla allí, con él. Disfrutemos con Juan Diego esta presencia de María con nosotros. Pidámosle a nuestro Dios que nos haga sentirla cerca de nosotros hoy mismo con todo ese amor solidario que nos tiene a cada uno. Que les haga sentir este amor solidario a tantas familias que han estado sufriendo la desaparición de sus hijos o de personas cercanas a ellas. Cuarta consideración: La Virgen le pregunta a Juan Diego: “¿Qué pasa, hijito mío, a dónde te diriges?”. María es toda una Madre, se preocupa por su hijito, quiere saber de él por él mismo, y en esa época Juan Diego tenía 57 años.. Cada uno de nosotros le importamos, somos valiosos para Ella porque es verdaderamente Madre nuestra. Sintamos que estas preguntas nos las hace personalmente a cada uno de nosotros hoy mismo. ¿Qué le respondemos? ¿Qué nos pasa hoy; cómo nos sentimos? ¿Qué nos preocupa? Expresémosle nuestros sentimientos y necesidades… Quinta consideración: Juan Diego es consolado increíblemente por la Reina celestial. Ella le dice que no tema con las palabras más convincentes y cariñosas (N.M. 118-120). Cuando Juan Diego sigue insistiendo en el dolor que tiene nuestra Madre le dice: “¿Mi hijito, escucha, ponlo en tu corazón. es poco lo que te afligió y perturbó. ¿No estoy Yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?¿No soy Yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa..? Que no te aflija la enfermedad de tu tío, ten por cierto que ya está bien.”. Contemplemos este encuentro gozoso de Madre e hijo. Disfrutemos estas palabras hoy dichas a nosotros por nuestra Madre. ¿Esto no nos pacifica y alegra? Pidámosle a nuestra Madrecita que nos enseñe a saber estar gozosos con Ella en la oración, el silencio, la contemplación de los misterios de la vida de Cristo. Que Ella misma nos enseñe a esperar contra toda esperanza ante lo que nos pasa y le pasa al mundo cada día. Aprendamos de Juan Diego a tratarla con mucha sencillez, cariño y familiaridad. Que él interceda por nosotros y de modo especial por el mundo indígena, su mundo, para que les alcance paz y consolación… Reflexionemos un poco más. La solidaridad nos debe caracterizar a los cristianos. Compartamos testimonios recientes de solidaridad que nos impulsen a ser más solidarios. Podríamos comentar con algun@s algo sobre la Madre Teresa de Calcuta, sobre la solidaridad del padre Miguel Agustín Pro, sacerdote jesuita, en México, de fray Maximiliano María Kolbe en Polonia o de San Alberto Hurtado, sacerdote jesuita, en Chile. Apoyos bíblicos: Juan 8, 1-11; Lc 1, 39-45 y 24, 13-35; Salmo: 85 (84). Descubramos la solidaridad de Jesús y de María en los textos del Evangelio de hoy. Que esto nos ayude para que busquemos compromisos más concretos al estilo de Jesús y María. Frase del Evangelio: “¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a verme..?” (Lc 1, 43). -
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