10.23.2010

NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO



NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Virgen Inmaculada, Madre de Jesús y Madre nuestra, te invocamos con el nombre de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento porque Tú eres la Madre del Salvador que vive en la Eucaristía. De Ti tomó la carne y la sangre con las que Él nos alimenta en la Sagrada Hostia. Te invocamos también con este nombre porque la gracia de la Eucaristía nos viene por tu intermedio, pues Tú eres la Mediadora, el canal, por donde nos llegan las gracias de Dios. Y, por último, te llamamos Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, porque Tú fuiste la primera en vivir la vida Eucarística. Enséñanos a vivir la Santa Misa como Tú lo hiciste, a recibir la Santa Comunión de una manera digna y frecuente y a visitar a Nuestro Señor devotamente en el Santísimo Sacramento.
Virgen Inmaculada, Tú estuviste presente en la muerte de tu Hijo Divino en el Calvario, y ofreciste tu inmenso dolor en unión con Su Sacrificio. Después de la Resurrección estuviste de nuevo presente en el Sacrificio real, pero incruento, de tu Hijo en la Santa Misa. Enséñanos a unirnos a Jesucristo en la Consagración como Tú lo hiciste; obtén para nosotros la gracia de comprender la realidad de la Santa Misa; y despierta en nosotros el deseo de asistir a la Santa Misa frecuentemente.

Virgen Inmaculada, tus Comuniones fueron las más fervorosas y las más santas que jamás se hayan hecho. Cuando recibiste en tu Corazón a tu Hijo Divino, lo amaste más que nadie pueda amar a su Dios. Enséñanos a hacer que la Santa Comunión sea el centro de nuestra vida, como fue en la Tuya, para que nuestras vidas sean enteramente dedicadas a prepararnos para la venida de Jesús en la Comunión y agradecerle por el regalo de darse a Sí mismo a nosotros.

Virgen Inmaculada, después de la Ascensión de Jesús, tu consuelo al separarte de Él lo encontraste visitándole a menudo en el Santísimo Sacramento. Logra para nosotros la gracia de estar conscientes siempre de Su presencia en el Tabernáculo y de visitarlo frecuentemente como Tú lo hiciste, especialmente cuando estemos preocupados, solitarios, temerosos y con dolor de cuerpo o de mente. Enséñanos a recordar que Él siempre está allí, listo a escucharnos, a guiarnos, a protegernos y a consolarnos.

Virgen Inmaculada, Tú eres la modelo perfecta de todos quienes adoran al Santísimo Sacramento. Tú adoraste a Jesús en la pequeña Hostia blanca con la misma fe, reverencia y majestad que tuviste cuando lo adoraste en la primera Navidad y durante los demás años que viviste con Él. Enséñanos a no olvidar que esa pequeña Hostia blanca es realmente Dios, Infinito, Eterno y Omnipotente. Enséñanos también a conducirnos con la humildad y la solemnidad que se merece nuestro Dios todo el tiempo que estemos en Su presencia.

Virgen Inmaculada, Tú le diste a Jesús la acción de gracias más perfecta por la institución de la Eucaristía. Enséñanos a darle gracias a tu Divino Hijo por el regalo de Sí mismo en el Santísimo Sacramento. Enséñanos también a agradecerle debidamente después de haberlo recibido en la Comunión. Dado a que nuestro agradecimiento, por más bueno que sea, nunca se podrá comparar al Tuyo, permítenos ofrecerle tu agradecimiento después de la Comunión así como tu fervor, tu amor y tu devoción.

Virgen Inmaculada, Tú le ofreciste a Jesús la perfecta reparación en la Sagrada Hostia. Por amor a Él deseamos aceptar nuestras tribulaciones diarias y junto Contigo, consolarlo por la ingratitud de los hombres y las ofensas y agravios que sufre diariamente en el Santísimo Sacramento, tanto por los que creen como por los que no creen en Él.

Virgen Inmaculada, mientras que los Apóstoles iban predicando el Evangelio, Tú permaneciste junto a tu Divino Hijo en el Tabernáculo orando por las gracias que ellos necesitaban para convertir al mundo. Enséñanos a orar frente al Santísimo Sacramento donde día y noche donde Jesús nos espera para escuchar y atender nuestras peticiones. Enséñanos a orar no sólo por nosotros sino también por aquellos que no conocen su presencia en el Sacramento de Su Amor, para que Él les conceda el regalo de la fe y su Reino Eucarístico se extienda por todo el mundo.

Virgen Inmaculada, Adoradora perfecta de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, te pedimos nos alcances las gracias que necesitamos para adorar con mucho amor a nuestro Dios Eucarístico. Concédenos, te suplicamos, conocerlo mejor, amarlo más y que la Eucaristía sea el centro de nuestros días para que toda nuestra vida sea una oración constante de adoración, de acción de gracias, de reparación, y de petición a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. Amén.
Ruega por nosotros, Oh Virgen Inmaculada, Nuestra Señora del Santísimo Sacramento. ¡Para que el Reino Eucarístico de nuestro Señor Jesucristo venga a nosotros! . Amén.

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