Sin rencor.
Los niños por lo general no son rencorosos, y de ellos debemos aprender también nosotros, que buscamos la infancia espiritual, a no ser rencorosos con nadie. Porque el rencor es el primer paso para el odio, y es en sí ya una forma de odio, de división y nos prepara para la venganza.
La Escritura dice que nuestro enojo no debe durar más allá de la caída del sol. Es decir, que antes que caiga la noche, debemos estar en paz con todos y no tener rencor para con ninguno.
Porque el rencor es como un movimiento que vuelve una y otra vez sobre un punto y cada vez nos vuelve a provocar los mismos sentimientos malos del enojo primero.
Tratemos de no enojarnos, porque no ganamos nada con ello, perdemos la paz, y luego nos enojamos con nosotros mismos por habernos enojado, y así se hace como un círculo que debemos romper con la caridad y la confianza en Dios.
Y para que el rencor no se apodere de nosotros, es necesario que vigilemos nuestra memoria, que es la que nos trae una y otra vez el recuerdo desgraciado y nos vuelve a provocar los mismos sentimientos negativos de odio.
Recemos mucho el Santo Rosario, para conseguir la paz y aprender a perdonar a los demás
No hay comentarios:
Publicar un comentario