Pensamiento mariano
María, Señora de cielo y tierra.
Dice San Bernardino de Siena que cuantas son las criaturas que sirven a Dios, tantas son las que deben servir a María, ya que los ángeles, los hombres y todas las cosas del cielo y de la tierra, estando sujetas al dominio de Dios, están también sometidas al dominio de la Virgen..
Comentario:
¡Qué maravilloso pensar que todas las criaturas sirven a María! ¡Y qué felicidad el sabernos humildes servidores de María, porque Ella nos ha elegido desde antes de ser concebidos, para que fuéramos sus hijos más amados y preferidos, los verdaderos instrumentos de su amor maternal!
Si el titulo “hijo de Dios” es el título más honroso que puede haber para un hombre; no lo es menos este otro: “hijo de María”. Porque María es la Reina de todo lo creado, y está solo por debajo de Dios. Y todas las criaturas, por grado o por fuerza, deben servir a María, que es la Soberana.
Nosotros no queremos ser como los demonios que se sienten subyugados por el poder de María y deben obedecerle a pesar suyo, sino que queremos ser de los devotos obedientes y amorosos, que esperan el más leve indicio de un deseo de esta Princesa, para correr a cumplirlo lo antes posible, compitiendo en amor y prontitud con los ángeles.
Pensemos, también, cuando rezamos el Rosario, que es una conversación con María, ¿a Quién nos estamos dirigiendo?, porque cuando lo rezamos estamos hablando amigablemente con la Reina del universo, con la Omnipotencia Suplicante, con la Obra Maestra de la Creación.
¡Ave María Purísima!
María, Señora de cielo y tierra.
Dice San Bernardino de Siena que cuantas son las criaturas que sirven a Dios, tantas son las que deben servir a María, ya que los ángeles, los hombres y todas las cosas del cielo y de la tierra, estando sujetas al dominio de Dios, están también sometidas al dominio de la Virgen..
Comentario:
¡Qué maravilloso pensar que todas las criaturas sirven a María! ¡Y qué felicidad el sabernos humildes servidores de María, porque Ella nos ha elegido desde antes de ser concebidos, para que fuéramos sus hijos más amados y preferidos, los verdaderos instrumentos de su amor maternal!
Si el titulo “hijo de Dios” es el título más honroso que puede haber para un hombre; no lo es menos este otro: “hijo de María”. Porque María es la Reina de todo lo creado, y está solo por debajo de Dios. Y todas las criaturas, por grado o por fuerza, deben servir a María, que es la Soberana.
Nosotros no queremos ser como los demonios que se sienten subyugados por el poder de María y deben obedecerle a pesar suyo, sino que queremos ser de los devotos obedientes y amorosos, que esperan el más leve indicio de un deseo de esta Princesa, para correr a cumplirlo lo antes posible, compitiendo en amor y prontitud con los ángeles.
Pensemos, también, cuando rezamos el Rosario, que es una conversación con María, ¿a Quién nos estamos dirigiendo?, porque cuando lo rezamos estamos hablando amigablemente con la Reina del universo, con la Omnipotencia Suplicante, con la Obra Maestra de la Creación.
¡Ave María Purísima!
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