Docenario Guadalupano
Por el padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
En la Revolución y protegidos por el manto de Santa María de Guadalupe
Estamos en el mes del centenario de la Revolución Mexicana. Un siglo de historia que condensa un período muy lleno de vida y sinsabores para México. Un esfuerzo para que muchos fueran más libres, más capacitados, con más estudios, acceso a la cultura y los bienes económicos; un siglo de inicio de nuestra democracia incipiente, interrumpida durante muchos años por el Porfiriato.
Pero una democracia muy precaria también con 70 años de un solo partido en el poder, una población empobrecida y sin cultura, una Iglesia muy sometida y buena cantidad de mártires que murieron gritando: “¡Viva Cristo Rey; viva Santa María de Guadalupe!”. Esto nos invita a preparar caminos mejores para nuestra nación. En las consideraciones de este día tendremos aproximaciones a acontecimientos de importancia que marcaron a nuestro país. Los veremos desde el Señor Jesús y Su Santa Madre.
Primera consideración: La doctrina social de la Iglesia, decadencia y fin del Porfiriato.
A finales del siglo XIX y principios del XX hubo mucha pobreza, hambre y descontento en el país pues la dictadura porfiriana se alargaba. Ante esto, y en este contexto, hubo también un crecimiento en la comprensión de lo que tenía que ser el trabajo pastoral de la Iglesia ante la evolución del trabajo industrial que iba abriendo oportunidades y causando, a la vez, enormes dificultades sociales. El papa León XIII lanzó una carta encíclica social al mundo muy famosa, llamada “Rerum novarum” —“De las cosas nuevas”— en donde invitaba a intervenir positivamente en el cambio social y estar atentos ante los problemas que iba a suscitar. Hubo muchos espacios de reflexión, congresos y otras maneras de abordar las propuestas del Papa. Esto abrió perspectivas de esperanza a quienes deseaban un cambio de esa dictadura a otra situación de más justicia en el país y convocaron a un cambio sustancial. Agradezcamos a Dios su providencia que fue inspirando un cambio que quería ser pacífico.
Segunda consideración: Los inicios de la Revolución y la presencia católica en ella.
Gracias a la conciencia católica y las reflexiones emanadas del documento del Papa, un pequeño sector de la Iglesia mexicana evolucionó hacia un pensamiento social profundo en búsqueda de la justicia que fue madurando y sirvió para redactar en la Constitución de 1917 el artículo 123 propuesto por algunos diputados ligados al pensamiento social cristiano de la Iglesia y que dio origen, entre otras cosas, a las garantías individuales. Demos gracias al Espíritu Santo porque esto fue llevando a nuestro país a conquistas sociales más profundas antes que a otros países en situaciones similares.
Tercera consideración: Dolores y muertes: la Iglesia mexicana acompañó a Cristo en su pasión.
La búsqueda de otras oportunidades para todos, en especial para los sectores populares y campesinos, llevó a los que buscaban el cambio por vía pacífica a cambiar de alternativa, a tener que defenderse con las armas, lo que suscitó situaciones de pánico en la población ante los enemigos o los que no pensaban ni actuaban igual. Esto trajo infinidad de muertos en nuestro país. Falsos amigos, líderes que se corrompieron y gente de mala entraña llevaron al país al caos. Estos días nos unimos a estos dolores, penas y barbaridades y le pedimos a Cristo doloroso, y a María, nuestra Madre llena de dolores, que se acuerden de nosotros especialmente ahora que pasamos momentos de tanta violencia y muerte.
Cuarta consideración: La persecución religiosa y los mártires mexicanos.
La Decena Trágica en que hubo tantos asesinatos y muertes de líderes y de muchas mexicanas arrastró, de coletazo, la persecución religiosa que tuvo sus momentos más dramáticos en tiempos del presidente Calles. Hubo muchos que, aun sin juicios, como el beato Miguel Agustín Pro, S.J.; sus hermanos y otras personas fueron condenados a muerte injustamente. De ese tiempo son también Santo Toribio Romo y sus 25 compañeros, el beato Anacleto González Flores y compañeros, y tantos más que no sabemos el número de todos ellos, y mucho menos el número de ellas, que murieron en su mayoría con el grito famoso: “¡Viva Cristo Rey; viva Santa María de Guadalupe!”. Nos congratulamos de tales héroes que fueron capaces de entregar su vida por seguir a Cristo hasta la muerte. A ellos recurrimos ahora con confianza para pedir para nuestra Patria los mejores tiempos que ellas buscaron y que nosotros queremos hoy para todos: paz, trabajo, bienes económicos suficientes, justicia y solidaridad para todas.
Quinta consideración: Jesús nos llama a resucitar a nuestro país.
Después de la época revolucionaria y tantos altibajos del siglo pasado ahora nos encontramos con situaciones límite que nos tienen en nuevas muertes, violencias, injusticias generalizadas y una abundante corrupción y desaliento social.Es hora de despertar con Cristo a nuevas hazañas como la que iniciaron Dios y María de Guadalupe con nosotros en los principios de lo que ahora es nuestra nación mexicana. Aprendamos de Ellos a amar y servir como sólo Ellos lo saben hacer. Unidos a nuestra Madre, escudo, bandera y emblema de nuestra Patria, y cobijados bajo su manto maternal caminemos con Ella y Jesús para que aparezca la nueva Jerusalén celestial a partir de nuestra Patria reconciliada y resucitada por Ellos.
Como apoyo extraordinario añado la oración que decimos en la misa de Nuestra Señora de Guadalupe el 12 de diciembre:
Padre de misericordia, que has puesto a este pueblo tuyo bajo la especial protección de la siempre Virgen María de Guadalupe, Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, profundizar en nuestra fe y buscar el progreso de nuestra Patria por caminos de justicia y de paz. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Recomiendo muchísimo los dos documentos de los obispos de México dirigidos a todas las mexicanas en relación con la inestabilidad y violencia que vivimos, del año pasado, y de la conmemoración del Bicentenario y Centenario de este año. Este último se llama “Conmemorar nuestra historia desde la fe para comprometernos hoy en nuestra Patria”.