Viviendo la Consagración Mariana
Ayuda adecuada.
Cuando Dios creó a la mujer, Eva, dijo: “Hagamos al hombre una ayuda adecuada”.
Pues bien, María, la nueva Eva, es la ayuda adecuada para el Hombre, para Cristo, que es el nuevo Adán.
Pero con esto Dios nos quiso decir que María es la ayuda adecuada para todo hombre y con la consagración que hacemos a la Virgen, nos hacemos más permeables a la ayuda de esta Mujer bendita que es María.
Para que alguien pueda ayudar a una persona, es necesario que esa persona se quiera dejar ayudar. Entonces nosotros debemos dejarnos ayudar por la Virgen, que nos irá guiando por el camino de la conversión primero, y de la santificación después, hacia el Cielo.
Tomémonos de su mano virginal y marchemos contentos, con la alegría en el alma, caminando con María por el camino que Dios, desde toda eternidad, nos ha trazado en esta vida.
¿Qué diríamos de un niñito que quisiera valerse por su propia cuenta, sin recibir ayuda de su madre? Diríamos que es un tonto. Pues bien, si nosotros queremos valernos por nosotros mismos sin solicitar la ayuda maternal de María, estaremos perdidos porque el demonio y sus satélites nos ganarán la batalla y terminaremos en el Infierno.
Dejémonos, entonces, guiar y conducir por la Virgen. Entreguémonos a Ella en cuerpo y alma, porque María enseguida nos conduce a Dios y nos entrega a Él.
¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!
Ayuda adecuada.
Cuando Dios creó a la mujer, Eva, dijo: “Hagamos al hombre una ayuda adecuada”.
Pues bien, María, la nueva Eva, es la ayuda adecuada para el Hombre, para Cristo, que es el nuevo Adán.
Pero con esto Dios nos quiso decir que María es la ayuda adecuada para todo hombre y con la consagración que hacemos a la Virgen, nos hacemos más permeables a la ayuda de esta Mujer bendita que es María.
Para que alguien pueda ayudar a una persona, es necesario que esa persona se quiera dejar ayudar. Entonces nosotros debemos dejarnos ayudar por la Virgen, que nos irá guiando por el camino de la conversión primero, y de la santificación después, hacia el Cielo.
Tomémonos de su mano virginal y marchemos contentos, con la alegría en el alma, caminando con María por el camino que Dios, desde toda eternidad, nos ha trazado en esta vida.
¿Qué diríamos de un niñito que quisiera valerse por su propia cuenta, sin recibir ayuda de su madre? Diríamos que es un tonto. Pues bien, si nosotros queremos valernos por nosotros mismos sin solicitar la ayuda maternal de María, estaremos perdidos porque el demonio y sus satélites nos ganarán la batalla y terminaremos en el Infierno.
Dejémonos, entonces, guiar y conducir por la Virgen. Entreguémonos a Ella en cuerpo y alma, porque María enseguida nos conduce a Dios y nos entrega a Él.
¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!
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