12.01.2012
Santa Maria de Guadalupe
Santa Maria de Guadalupe
Padre Joaquín Gallo Reynoso
Queridos hermanos: Les mandamos este apoyo de amistad y fraternidad para que se preparen a celebrar el día de Nuestra Madre y Reina del Tepeyac; esto les ayudará también a disponerse para seguir las celebraciones del Año de la Fe.
Cada día contiene alguno de los misterios esenciales de nuestra fe que iremos considerando. Encontrarán un esquema común para todos los días que les ayudará a hacer el docenario y rezar el rosario en familia, con amigos o vecinos.
El esquema para todos los días es:
Bienvenida. Canto inicial, puede ser “Desde el cielo”.
Ubicación. Aquí encontrarán qué momento de las reflexiones y sucesos interesantes de estos días estamos viviendo. Cada día invitaremos a uno o dos grandes testigos de nuestra fe que estuvieron presentes en el origen del cristianismo.
Después vienen las consideraciones para el rosario que vamos tomando del Nican Mopohua (cuyas iniciales son N.M.), el relato escrito por el indígena Antonio Valeriano alrededor de la fecha en que murió San Juan Diego (1548). Está numerado para que encuentren con más facilidad la cita. Si no tienen el folleto, lean solamente el enunciado de cada consideración.
Hay después unas lecturas bíblicas que se podrán comentar comparando el texto de la lectura propuesta con la del folleto de las apariciones.
Siguen las oraciones complementarias normales: Padre Nuestro, tres Avemarías y Salve y luego las letanías ordinarias o algunas guadalupanas que conozcan.
Viene por último la oración y el canto final y la despedida.
Les proponemos que tomen acuerdos en caso de que sea necesario para el día siguiente; por ejemplo, dónde sería el rosario si van cambiando de casa, quiénes se encargarán de cada cosa. Si quieren el material completo, está en Buena Prensa, en mi libro “Docenario guadalupano”.
Primer día
Bienvenida y canto inicial. Ubicación: el misterio mismo de Dios Trinidad; es el misterio fuente de todos y la suprema verdad. Aprovechamos los datos que nos da la narración indígena del Gran Acontecimiento Guadalupano sobre Dios mismo. La que nos habla de Dios es la misma Virgen en su diálogo con Juan Diego. Otras veces usamos lo que nos narra el autor por su cuenta acerca de Ella y nosotros se lo aplicamos a Dios. Este día les pedimos a San Joaquín y a Santa Ana, abuelos del Señor, que nos acompañen.
Primera consideración: Dios es admirable. El relato nos dice que cuando Juan Diego vio a la Virgen por primera vez “y cuando llegó frente a Ella mucho admiró… todo lo que había en Ella a su alrededor…” (N.M. 16). Imaginemos lo que será Dios de admirable, especialmente su misterio trinitario. Démosle gracias porque se nos ha dado a conocer.
Segunda consideración: Dios es perfecto en su grandeza. Todas las perfecciones de las personas, de la naturaleza y de algunas cosas hechas por el hombre son nada en comparación de las perfecciones divinas, Él es perfecto en todo. “Juan Diego se extasía contemplando a María en su perfecta grandeza” (N.M. 16). Imaginemos la sin igual perfección de la Santísima Trinidad.
Tercera consideración: Dios es Luz y Resplandor Eterno. Los que han tenido la dicha de contemplar la esencia divina siempre hablan de una luz infinita, bellísima, imposible de ser descrita. En algunas apariciones marianas ha sucedido lo mismo. Del encuentro de Juan Diego con María el autor del relato nos dice: “… Su vestido relucía como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en que estaba de pie, como que lanzaba rayos; el resplandor de Ella como preciosas piedras, como ajorca (todo lo más bello) parecía; la tierra como que relumbraba con los resplandores del arco iris en la niebla. Y los mezquites y nopales y las demás hierbecillas que allí se suelen dar parecían como esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su tronco, sus espinas, sus aguates, relucían como el oro” (N.M. 17-23). Contemplemos la luz Divina, eterna…
Cuarta consideración: Dios vive eternamente en su descanso. Dios es gozo eterno, alegría perfecta, vive en eterna felicidad. No puede ser no feliz. Y esto es lo que más deseamos, vivir la felicidad del amor eternamente. Cuando Juan Diego oye cantar a los pájaros antes de ver a María se pregunta: “¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los antiguos, nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento; acaso en la tierra celestial?” (N.M. 9-10).
Nuestro profeta sabe que lo que estamos esperando es gozar con Dios, descansar del trabajo y dolores de cada día. Cuando se despide de la Virgen uno de esos días le dice “descansa otro poquito” (N.M. 67) como deseándole un bien insuperable. Hoy descansemos un poco con Nuestro Dios, con María…
Quinta consideración: Dios, trinidad de personas, es el “Verdaderísimo Dios”, no hay otro ni es de otro modo.
Cuando la Santísima Virgen le comienza a hablar a Juan Diego sobre Dios le dice: “Yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive” (N.M. 26). Por más que el hombre ha querido descifrar el misterio de Dios, su verdad misma, siempre ha fracasado. En ninguna cultura ni en el Antiguo Testamento pudieron llegar a conocer adecuadamente a Dios. Sólo nuestro Señor Jesucristo, Dios y hombre, es el único que nos puede decir quién es este Verdaderísimo Dios. María ya lo conoce, y muy bien, pues es la Madre del Hijo Unigénito de Dios.
Agradezcámosle a Él que lo podamos conocer un poco más y a María que nos lo acerque de una manera tan especial, tan cálida y bondadosa.
Lecturas bíblicas y comentarios: 1 Jn 1, 1-7; Jn 3, 31-35; Jn 14, 8-11; Gal 4, 4-6; Jn 14, 15-17 y 25-26. Oraciones complementarias y letanías, acuerdos, oración y canto finales.
Guía: ¡Con María, nuestra Madre, vivimos unidos a Dios! Todos: ¡Ella nos acompañará a construir la civilización del amor! Canto final y despedida.
“Para Ti, Santa María de Guadalupe, Madre de Jesús y Madre Nuestra, todo el cariño, honor, gloria y alabanza de tus hijos e hijas americanos”.- Juan Pablo II.
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