Jueves, 6 de diciembre de 2012 -
Dios actúa en la historia para nuestro bien
Bienvenida y canto inicial.
: Hemos ido viendo cómo Dios toma la iniciativa para nuestro bien. Y lo va haciendo en el transcurso de la historia humana en tiempos y lugares precisos, con personas concretas dentro de un contexto cultural y social concretos y los ambientes más distintos y, a veces, contrarios entre sí.
Es Él quien va conduciendo la historia, pero respetando nuestra libertad, los condicionamientos ambientales, las marcadas diferencias. El Acontecimiento Guadalupano es una prueba de la precisión, exactitud y grandeza de Dios para hacer las cosas. Consideremos cómo nos envió en una historia concreta, cultural, dramática a la misma Señora del Cielo y de la Tierra, nuestra Madre del Tepeyac, rodeada de símbolos que pudieron entender muy bien los indígenas de entonces, pero también los que hoy vivimos en estas tierras americanas para darnos a conocer a Jesucristo, el Señor de todas las historias.
Hoy invitaremos a que nos acompañen a los apóstoles Santo Tomás y San Felipe, el que le pidió al Señor en la última cena: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta…” (Jn 14, 8) para que nos ayuden a conocer más a fondo al Señor.
Primera consideración: Dios nos envió a Santa María de Guadalupe al Tepeyac un día importantísimo para los indígenas, en diciembre de 1531 (N.M. título completo y No. 3). Los indígenas contemporáneos a Juan Diego esperaban al Quinto Sol, una nueva época para ellos. En sus calendarios debía ser el año Trece Caña, solsticio de invierno. Y María llega con Jesús, Luz del Mundo, ese día tan esperado por ellos, día del sol naciente. En verdad nació para ellos, ese día, el Verdaderísimo Dios, por quien vivimos, Dios de Dios, Luz de Luz. Gocemos con Dios y con María el cumplimiento de sus planes amorosos sobre nosotros… Unámonos a la alegría de Juan Diego y sus contemporáneos por esta dicha tan esperada y tan completa.
Segunda consideración: Dios nos envió al Tepeyac a Nuestra Madre Amorosa, diez años después de la Conquista (N.M. 1 y 2, 28, 29 y 32). Dios permitió y quiso que vinieran los españoles para traernos la fe, para sacar a los pueblos indígenas de las tinieblas y la opresión en que se encontraban. Desgraciadamente, muchos españoles pervirtieron los planes de Dios y lo que había comenzado pacíficamente se convirtió en guerra atroz y los indígenas sufrieron lo indecible. María viene a sanarlos, a consolarlos, a mostrarse como verdadera y cariñosa Madre, como lo demostró tan bella y convincentemente.
Agradezcámosle a Dios y a María que así hayan consolado a aquellos hermanos y que, hoy, nos sigan mostrando su amor y compasión…
Tercera consideración: Las apariciones de Nuestra Madre del Tepeyac fueron del 9 al 12 de diciembre de 1531 (N.M. 6-7, 47-48, 88, 99, 105-107 y 203-205). En las culturas indígenas, los signos y los símbolos son muy importantes, aun en la vida cotidiana. Sumergidos en la naturaleza, supieron valorar todo lo que ella significaba. Crearon sus mitos, sus símbolos, sus calendarios y fechas, sus números y colores cargados de contenido emocional y religioso. Así, Dios debía hablarles en su contexto místico cultural. Por eso María llega a la cumbre de un cerrito, en el amanecer, entre cantos y flores y en un tiempo perfecto: cuatro días -signo de perfección- y el día del solsticio de invierno, del sol que nace. Esto ocurrió del sábado 9 de diciembre al martes 12: las cuatro apariciones a Juan Diego y la que recibió Juan Bernardino en casa de su sobrino, en Tulpetlac, hoy Estado de México. Contemplemos mentalmente estas escenas tan maravillosas…
Cuarta consideración: El Gran Acontecimiento Guadalupano fue en el cerrito del Tepeyac y sus inmediaciones (N.M. 3-16, 105-106 y 124-126). Dios, en su Providencia divina, había previsto todo este acontecimiento desde hacía siglos… Sabía que iba a ser invierno, que el cerro era pura roca, que no florecían sino algunas plantas que pudieran resistir las sequías… Y previó todo, de tal manera que pudiera convencer a los indígenas y españoles que su mano estaba allí, en ese acontecimiento tan especial.
¡Y cómo habrá preparado a Nuestra Madre para que lo hiciera todo tan perfectamente como lo realizó, con ese cariño materno tan acogedor, dulce y exigente! Pero todo lo realizó en un contexto social, cultural y eclesial, porque en el centro se veneraba desde antiguo a la diosa Tonantzín, la madre de los dioses y de los hombres, según la tradición indígena; estaba muy lejos de la ciudad, sin que hubiera habitantes por allí. Así, María venía a decirnos que no estaría donde estaba asentado el poder, sino que estaría con los más pequeños y marginados. Y toda esa región dependía de la parroquia de Santiago Tlatelolco, que era a donde Juan Diego recurría para instruirse en la fe.Admiremos cómo Dios hace todo tan perfectamente y cómo María secunda sus planes tan fiel y amorosamente.
Quinta consideración: Dios ha rodeado al Acontecimiento Guadalupano con tales maravillas y María sigue actuando de tal modo que no podemos dudar de sus intervenciones a favor de nosotros (N.M. 16-22, 127-131, 176-190, 214-218). El Acontecimiento Guadalupano desborda nuestra imaginación, nos envuelve de tal modo que nos fascina: el lenguaje total que usan Dios y María; incluye tal cantidad de ciencias de la naturaleza, del hombre y de Dios que no hay otra cosa que se le iguale en la Tierra. Por eso, el papa Benedicto XIV, en el siglo XVIII, cuando conoció este gran acontecimiento divino, mariano y humano, aplicó una frase del salmo 147 que se refería a Israel: “No ha hecho cosa igual con ninguna nación” (Ps 147, 20).
Y en verdad, porque ¿dónde se había visto que Dios y María actuaran así, con anuncios previos que explicaban lo que vendría, con tal cúmulo de ciencias como la astronomía, la botánica, óptica, estética, historia, etnografía y etnología, antropología y arqueología? ¿Dónde se ha visto que un ayate con toda su simbología interna se conserve por más de 480 años? ¿Dónde existe una narración tan bella, tierna, clara, exigente, como el Nican Mopohua, evangelio de México para el mundo? ¿En qué imagen del mundo hay una mirada como la de María y tal perfección en toda la realización simbólica que aparece en la Guadalupana? ¿Quién atrae en el mundo a más gente a las peregrinaciones que Ella? ¿Dónde se siente su presencia materna como en el Tepeyac? Reflexionemos y demos gracias…
Lecturas bíblicas y comentarios: Mt 1, 18-25 y 2, 1-12: Lc 1, 5-28; Gal 4, 4; Salmo 68 (67).
Oraciones complementarias y letanías. Acuerdos, oración final y consigna. Guía: Tú que para dicha nuestra viniste al Tepeyac, danos todos los días tu cariño maternal.
Canto final y despedida.
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