12.17.2012
12.11.2012
Docenario Guadalupano dia 11
Docenario Guadalupano
La Virgen María, por voluntad de Dios, es nuestra Amorosa Madre
Bienvenida y canto inicial.
Durante algunos días hemos profundizado sobre distintos aspectos del Acontecimiento Guadalupano para conocer más a fondo su significado internacional.
Hoy nos detendremos en algo central y muy consolador: Dios envió a María a América en el momento en que la mayoría de sus pobladores estaba desolado ante los efectos de la Conquista española y portuguesa. Él, compadecido y siguiendo su Plan de Salvación universal, envía a María como Madre de todos para consolar, sanar, devolver la esperanza a sus hijos como lo hacen las buenas mamás. Ella ha venido a ejercer de una manera maravillosa su especial maternidad espiritual sobre esos hijos suyos tan desalentados ante la realidad que vivían.
Alabemos a Dios que así lo decidió, y a María, que ha manifestado su amor materno a tantas generaciones desde el Tepeyac y que hemos disfrutado nosotros mismos con su ternura, amor, compasión, auxilio y defensa que nos ha dado a todos y que se comprometió a darnos cuando así se lo dijo a Juan Diego: “Soy su piadosa Madre, tuya y de todos los habitantes de estas tierras y de cuantos en mí confíen…” (N.M. 29-31). Nos acompañarán este día el apóstol San Bartolomé, llamado anteriormente Natanael, a quien elogió Jesús al decir que era un hombre sin doblez (Jn 1, 47), y San Ignacio de Loyola, otro hombre de cuerpo entero que nos ha ayudado a miles de miles con sus ejercicios espirituales…
Primera consideración: María conoce a cada uno y se preocupa por nosotros (N.M. 23, 91 y 120). Cuando María se le presenta a Juan Diego por primera vez, lo llama por su nombre, le pregunta cómo está y luego le da referencias concretas sobre el Obispo Zumárraga y el tío Juan Bernardino; eso nos está hablando del conocimiento y preocupación que tiene nuestra Madre Santísima por cada uno. Agradezcámosle a Dios que nos la haya dado como Madre y a Ella que nos tenga en su corazón.
Segunda consideración: María conoce nuestras miserias, penas y dolores y viene a remediarlas (N.M. 32, 53-56; 9.4-96; 118 y 200-203). Nuestra Madre, como las buenas mamás, no es conformista, no puede aceptar que sus hijos estemos mal. Ella sale al encuentro oportuno para llenarnos de vida. Así lo hizo con Jesús todo el tiempo que vivieron juntos, en sus recorridos apostólicos y en la cruz. Confiémosle nuestras penas, angustias y dolores y Ella nos entenderá y atenderá muy bien.
Tercera consideración: María nos ama cariñosa y piadosamente a cada uno de nosotros (N.M. 118-119). La frase más bella de nuestra Madre a San Juan Diego es la que hoy nos dice a cada uno; escuchémosla y sintámosla en nuestro corazón: “¿No estoy Yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy Yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa..?”. Gocemos.
Cuarta consideración: María siempre está cercana a todos. (15, 27-29; 33, 47-48; 93; 103-107). Toda mamá quiere estar cerca de sus hijos, sobre todo si están en algún problema o angustia. ¡Cuánto más nuestra Madre celestial que conoce la profundidad de nuestros corazones y de nuestras penas! Siempre la sentiremos cercana como lo constató Juan Diego y como nosotros mismos lo hemos experimentado, en nuestra vida. Cuando él regresa de la primera entrevista con el Obispo, ya Ella lo está esperando; cuando va presuroso a conseguir un sacerdote para su tío Juan Bernardino, Ella le sale al paso para manifestarle su amor y cercanía.
Cuando ahora vamos miles a la Basílica del Tepeyac a todos nos atiende y escucha.
Reconozcamos esta cercanía y agradezcámosela.
Quinta consideración: María manifiesta su maternidad espiritual a todos, de una manera especial en el Tepeyac (N.M. 26-33; 212-216).
Es notable la afluencia diaria de personas al Tepeyac; pero lo más notable es que son de muchísimos países y muchos coinciden en que allí se experimenta la presencia amorosa de nuestra Madre celestial. ¡Cuántas personas hemos conocido de distintos países que en sus viajes internacionales pasan por México para ver a la Morenita o para cumplirle las mandas o promesas que le han hecho de visitarla personalmente en el Tepeyac! Lo que le dijo Jesús a San Juan Evangelista al pie de la cruz lo sigue diciendo a diario a cada uno de los que vamos con Ella: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 27), y le dice a Ella: Ahí tienes a todos estos hijos tuyos, mis hermanos, para que los atiendas… Y Ella nos dice: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5).
Sí, Dios la envió para ponerle su casa en la Tierra y tenemos la dicha de que sea en nuestra tierra… mientras estamos esperando la gloriosa venida de Nuestro Salvador, Jesucristo, como decimos en la misa todos los días. Gocemos estos regalos de Dios y de María y trabajemos por lo que nos pide.
Lecturas bíblicas y comentarios: Mc 1, 29-34 y 40-45; 2, 1-12 y 15-17; 6, 34-44; Jn 11, 1-45. Oraciones complementarias y letanías. Jaculatoria. Guía: Tú, que para nuestra dicha, viniste al Tepeyac; todos: danos, todos nuestros días, tu cariño maternal. Acuerdos, oración final y canto de despedida.
12.06.2012
docenario dia 6
Jueves, 6 de diciembre de 2012 -
Dios actúa en la historia para nuestro bien
Bienvenida y canto inicial.
: Hemos ido viendo cómo Dios toma la iniciativa para nuestro bien. Y lo va haciendo en el transcurso de la historia humana en tiempos y lugares precisos, con personas concretas dentro de un contexto cultural y social concretos y los ambientes más distintos y, a veces, contrarios entre sí.
Es Él quien va conduciendo la historia, pero respetando nuestra libertad, los condicionamientos ambientales, las marcadas diferencias. El Acontecimiento Guadalupano es una prueba de la precisión, exactitud y grandeza de Dios para hacer las cosas. Consideremos cómo nos envió en una historia concreta, cultural, dramática a la misma Señora del Cielo y de la Tierra, nuestra Madre del Tepeyac, rodeada de símbolos que pudieron entender muy bien los indígenas de entonces, pero también los que hoy vivimos en estas tierras americanas para darnos a conocer a Jesucristo, el Señor de todas las historias.
Hoy invitaremos a que nos acompañen a los apóstoles Santo Tomás y San Felipe, el que le pidió al Señor en la última cena: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta…” (Jn 14, 8) para que nos ayuden a conocer más a fondo al Señor.
Primera consideración: Dios nos envió a Santa María de Guadalupe al Tepeyac un día importantísimo para los indígenas, en diciembre de 1531 (N.M. título completo y No. 3). Los indígenas contemporáneos a Juan Diego esperaban al Quinto Sol, una nueva época para ellos. En sus calendarios debía ser el año Trece Caña, solsticio de invierno. Y María llega con Jesús, Luz del Mundo, ese día tan esperado por ellos, día del sol naciente. En verdad nació para ellos, ese día, el Verdaderísimo Dios, por quien vivimos, Dios de Dios, Luz de Luz. Gocemos con Dios y con María el cumplimiento de sus planes amorosos sobre nosotros… Unámonos a la alegría de Juan Diego y sus contemporáneos por esta dicha tan esperada y tan completa.
Segunda consideración: Dios nos envió al Tepeyac a Nuestra Madre Amorosa, diez años después de la Conquista (N.M. 1 y 2, 28, 29 y 32). Dios permitió y quiso que vinieran los españoles para traernos la fe, para sacar a los pueblos indígenas de las tinieblas y la opresión en que se encontraban. Desgraciadamente, muchos españoles pervirtieron los planes de Dios y lo que había comenzado pacíficamente se convirtió en guerra atroz y los indígenas sufrieron lo indecible. María viene a sanarlos, a consolarlos, a mostrarse como verdadera y cariñosa Madre, como lo demostró tan bella y convincentemente.
Agradezcámosle a Dios y a María que así hayan consolado a aquellos hermanos y que, hoy, nos sigan mostrando su amor y compasión…
Tercera consideración: Las apariciones de Nuestra Madre del Tepeyac fueron del 9 al 12 de diciembre de 1531 (N.M. 6-7, 47-48, 88, 99, 105-107 y 203-205). En las culturas indígenas, los signos y los símbolos son muy importantes, aun en la vida cotidiana. Sumergidos en la naturaleza, supieron valorar todo lo que ella significaba. Crearon sus mitos, sus símbolos, sus calendarios y fechas, sus números y colores cargados de contenido emocional y religioso. Así, Dios debía hablarles en su contexto místico cultural. Por eso María llega a la cumbre de un cerrito, en el amanecer, entre cantos y flores y en un tiempo perfecto: cuatro días -signo de perfección- y el día del solsticio de invierno, del sol que nace. Esto ocurrió del sábado 9 de diciembre al martes 12: las cuatro apariciones a Juan Diego y la que recibió Juan Bernardino en casa de su sobrino, en Tulpetlac, hoy Estado de México. Contemplemos mentalmente estas escenas tan maravillosas…
Cuarta consideración: El Gran Acontecimiento Guadalupano fue en el cerrito del Tepeyac y sus inmediaciones (N.M. 3-16, 105-106 y 124-126). Dios, en su Providencia divina, había previsto todo este acontecimiento desde hacía siglos… Sabía que iba a ser invierno, que el cerro era pura roca, que no florecían sino algunas plantas que pudieran resistir las sequías… Y previó todo, de tal manera que pudiera convencer a los indígenas y españoles que su mano estaba allí, en ese acontecimiento tan especial.
¡Y cómo habrá preparado a Nuestra Madre para que lo hiciera todo tan perfectamente como lo realizó, con ese cariño materno tan acogedor, dulce y exigente! Pero todo lo realizó en un contexto social, cultural y eclesial, porque en el centro se veneraba desde antiguo a la diosa Tonantzín, la madre de los dioses y de los hombres, según la tradición indígena; estaba muy lejos de la ciudad, sin que hubiera habitantes por allí. Así, María venía a decirnos que no estaría donde estaba asentado el poder, sino que estaría con los más pequeños y marginados. Y toda esa región dependía de la parroquia de Santiago Tlatelolco, que era a donde Juan Diego recurría para instruirse en la fe.Admiremos cómo Dios hace todo tan perfectamente y cómo María secunda sus planes tan fiel y amorosamente.
Quinta consideración: Dios ha rodeado al Acontecimiento Guadalupano con tales maravillas y María sigue actuando de tal modo que no podemos dudar de sus intervenciones a favor de nosotros (N.M. 16-22, 127-131, 176-190, 214-218). El Acontecimiento Guadalupano desborda nuestra imaginación, nos envuelve de tal modo que nos fascina: el lenguaje total que usan Dios y María; incluye tal cantidad de ciencias de la naturaleza, del hombre y de Dios que no hay otra cosa que se le iguale en la Tierra. Por eso, el papa Benedicto XIV, en el siglo XVIII, cuando conoció este gran acontecimiento divino, mariano y humano, aplicó una frase del salmo 147 que se refería a Israel: “No ha hecho cosa igual con ninguna nación” (Ps 147, 20).
Y en verdad, porque ¿dónde se había visto que Dios y María actuaran así, con anuncios previos que explicaban lo que vendría, con tal cúmulo de ciencias como la astronomía, la botánica, óptica, estética, historia, etnografía y etnología, antropología y arqueología? ¿Dónde se ha visto que un ayate con toda su simbología interna se conserve por más de 480 años? ¿Dónde existe una narración tan bella, tierna, clara, exigente, como el Nican Mopohua, evangelio de México para el mundo? ¿En qué imagen del mundo hay una mirada como la de María y tal perfección en toda la realización simbólica que aparece en la Guadalupana? ¿Quién atrae en el mundo a más gente a las peregrinaciones que Ella? ¿Dónde se siente su presencia materna como en el Tepeyac? Reflexionemos y demos gracias…
Lecturas bíblicas y comentarios: Mt 1, 18-25 y 2, 1-12: Lc 1, 5-28; Gal 4, 4; Salmo 68 (67).
Oraciones complementarias y letanías. Acuerdos, oración final y consigna. Guía: Tú que para dicha nuestra viniste al Tepeyac, danos todos los días tu cariño maternal.
Canto final y despedida.
12.02.2012
El Docenario a la imagen peregrina2
El Docenario a la imagen peregrina
Oraciones para el segundo día del Docenario a la Virgen de Guadalupe con motivo de la visita de su imagen peregrina a Yucatán (11 de diciembre). Tema: Dios es amor eterno.
Todo el acontecimiento guadalupano nos está mostrando que hay un Dios que vive eternamente en el amor, que es vida y que ese misterio de amor lo viven primeramente entre sí las Tres Divinas Personas. Sabemos esto por Cristo y todas las señales que nos han dado de este amor infinito. Contemplamos a la Santísima Trinidad. Este día nos acompañará San Andrés, hermano de San Pedro.
: Dios es amor compartido en Tres Personas (Nicán Mopohua: 28).
Segundo misterio: Es “El que perfecta y amorosamente a todas partes está mirando” (N.M.: 104).
Tercer misterio: Dios es digno de ser conocido (N.M.: 68, 215).
Cuarto misterio: Dios da señales de cómo ama (N.M.: 78, 90, 126, 137, 183 y 212-213).
Quinto misterio: Dios es digno de ser amado (N.M.: 214-218).
CITAS BÍBLICAS: 1 Jn 4, 8 y 16 y 5, 9-12; St 1, 17-18; Rom 8, 37-39
12.01.2012
Santa Maria de Guadalupe
Santa Maria de Guadalupe
Padre Joaquín Gallo Reynoso
Queridos hermanos: Les mandamos este apoyo de amistad y fraternidad para que se preparen a celebrar el día de Nuestra Madre y Reina del Tepeyac; esto les ayudará también a disponerse para seguir las celebraciones del Año de la Fe.
Cada día contiene alguno de los misterios esenciales de nuestra fe que iremos considerando. Encontrarán un esquema común para todos los días que les ayudará a hacer el docenario y rezar el rosario en familia, con amigos o vecinos.
El esquema para todos los días es:
Bienvenida. Canto inicial, puede ser “Desde el cielo”.
Ubicación. Aquí encontrarán qué momento de las reflexiones y sucesos interesantes de estos días estamos viviendo. Cada día invitaremos a uno o dos grandes testigos de nuestra fe que estuvieron presentes en el origen del cristianismo.
Después vienen las consideraciones para el rosario que vamos tomando del Nican Mopohua (cuyas iniciales son N.M.), el relato escrito por el indígena Antonio Valeriano alrededor de la fecha en que murió San Juan Diego (1548). Está numerado para que encuentren con más facilidad la cita. Si no tienen el folleto, lean solamente el enunciado de cada consideración.
Hay después unas lecturas bíblicas que se podrán comentar comparando el texto de la lectura propuesta con la del folleto de las apariciones.
Siguen las oraciones complementarias normales: Padre Nuestro, tres Avemarías y Salve y luego las letanías ordinarias o algunas guadalupanas que conozcan.
Viene por último la oración y el canto final y la despedida.
Les proponemos que tomen acuerdos en caso de que sea necesario para el día siguiente; por ejemplo, dónde sería el rosario si van cambiando de casa, quiénes se encargarán de cada cosa. Si quieren el material completo, está en Buena Prensa, en mi libro “Docenario guadalupano”.
Primer día
Bienvenida y canto inicial. Ubicación: el misterio mismo de Dios Trinidad; es el misterio fuente de todos y la suprema verdad. Aprovechamos los datos que nos da la narración indígena del Gran Acontecimiento Guadalupano sobre Dios mismo. La que nos habla de Dios es la misma Virgen en su diálogo con Juan Diego. Otras veces usamos lo que nos narra el autor por su cuenta acerca de Ella y nosotros se lo aplicamos a Dios. Este día les pedimos a San Joaquín y a Santa Ana, abuelos del Señor, que nos acompañen.
Primera consideración: Dios es admirable. El relato nos dice que cuando Juan Diego vio a la Virgen por primera vez “y cuando llegó frente a Ella mucho admiró… todo lo que había en Ella a su alrededor…” (N.M. 16). Imaginemos lo que será Dios de admirable, especialmente su misterio trinitario. Démosle gracias porque se nos ha dado a conocer.
Segunda consideración: Dios es perfecto en su grandeza. Todas las perfecciones de las personas, de la naturaleza y de algunas cosas hechas por el hombre son nada en comparación de las perfecciones divinas, Él es perfecto en todo. “Juan Diego se extasía contemplando a María en su perfecta grandeza” (N.M. 16). Imaginemos la sin igual perfección de la Santísima Trinidad.
Tercera consideración: Dios es Luz y Resplandor Eterno. Los que han tenido la dicha de contemplar la esencia divina siempre hablan de una luz infinita, bellísima, imposible de ser descrita. En algunas apariciones marianas ha sucedido lo mismo. Del encuentro de Juan Diego con María el autor del relato nos dice: “… Su vestido relucía como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en que estaba de pie, como que lanzaba rayos; el resplandor de Ella como preciosas piedras, como ajorca (todo lo más bello) parecía; la tierra como que relumbraba con los resplandores del arco iris en la niebla. Y los mezquites y nopales y las demás hierbecillas que allí se suelen dar parecían como esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su tronco, sus espinas, sus aguates, relucían como el oro” (N.M. 17-23). Contemplemos la luz Divina, eterna…
Cuarta consideración: Dios vive eternamente en su descanso. Dios es gozo eterno, alegría perfecta, vive en eterna felicidad. No puede ser no feliz. Y esto es lo que más deseamos, vivir la felicidad del amor eternamente. Cuando Juan Diego oye cantar a los pájaros antes de ver a María se pregunta: “¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los antiguos, nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento; acaso en la tierra celestial?” (N.M. 9-10).
Nuestro profeta sabe que lo que estamos esperando es gozar con Dios, descansar del trabajo y dolores de cada día. Cuando se despide de la Virgen uno de esos días le dice “descansa otro poquito” (N.M. 67) como deseándole un bien insuperable. Hoy descansemos un poco con Nuestro Dios, con María…
Quinta consideración: Dios, trinidad de personas, es el “Verdaderísimo Dios”, no hay otro ni es de otro modo.
Cuando la Santísima Virgen le comienza a hablar a Juan Diego sobre Dios le dice: “Yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive” (N.M. 26). Por más que el hombre ha querido descifrar el misterio de Dios, su verdad misma, siempre ha fracasado. En ninguna cultura ni en el Antiguo Testamento pudieron llegar a conocer adecuadamente a Dios. Sólo nuestro Señor Jesucristo, Dios y hombre, es el único que nos puede decir quién es este Verdaderísimo Dios. María ya lo conoce, y muy bien, pues es la Madre del Hijo Unigénito de Dios.
Agradezcámosle a Él que lo podamos conocer un poco más y a María que nos lo acerque de una manera tan especial, tan cálida y bondadosa.
Lecturas bíblicas y comentarios: 1 Jn 1, 1-7; Jn 3, 31-35; Jn 14, 8-11; Gal 4, 4-6; Jn 14, 15-17 y 25-26. Oraciones complementarias y letanías, acuerdos, oración y canto finales.
Guía: ¡Con María, nuestra Madre, vivimos unidos a Dios! Todos: ¡Ella nos acompañará a construir la civilización del amor! Canto final y despedida.
“Para Ti, Santa María de Guadalupe, Madre de Jesús y Madre Nuestra, todo el cariño, honor, gloria y alabanza de tus hijos e hijas americanos”.- Juan Pablo II.
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