7.12.2012

Docenario Guadalupano

Docenario Guadalupano


Padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita

.La naturaleza,estrella de gran magnitud en el Acontecimiento Guadalupano

Hermanas y hermanos: Les deseo muy buen mes de julio, mes en que la Arquidiócesis de Yucatán peregrina a la Basílica de Guadalupe y que hoy mismo estará representándonos a quienes nos quedamos con las ganas de estar allá para encomendar a nuestra Madrecita este Estado y esta capital meridana después de las reñidas, discutidas, no muy convincentes pero esperanzadoras elecciones. Ella nos ayude a vivir con más dignidad y solidaridad la próxima etapa de nuestra vida en este sexenio.

Acompañamos desde nuestro trabajo a quienes van a poder descansar en estas vacaciones y nos unimos a las expectativas de muchos atletas que competirán en las ya próximas Olimpiadas de Londres. Otro banquetazo deportivo como el del fútbol y el del tenis que acaban de pasar. Que estos deportes ayuden a distensionarnos y a que muchos hermanos y hermanas puedan vivir con más paz en sus respectivos países.

Este mes vamos a seguir reflexionando sobre algunos otros aspectos del tema de este año, sobre las Estrellas Eucarísticas Guadalupanas, es decir, elementos muy importantes que se dan tanto en la Eucaristía como en el Acontecimiento Guadalupano y que nos pueden ayudar para ser mejores hij@s de María y miembros de una Iglesia que se precia de tener, como su mayor tesoro en la tierra, el misterio de la presencia eucarística de Cristo entre nosotros mientras sea su segunda venida. Reflexionaremos y oraremos sobre cómo la naturaleza es un gran apoyo para vivir estas realidades.

Primera consideración: El cielo en el manto de la Virgen de Guadalupe. Con alegría descansamos nuestra mirada en el manto azul-verdoso de nuestra Madre que nos refleja un poco el color del maguey, del Mar Caribe. Vemos las 46 estrellas que nos reflejan nuestros 46 cromosomas, gracias a los que nuestros padres nos heredan cantidad de cualidades. En un manto, todo el poder del cielo con el horario y fecha de la aparición. Nos motiva todo esto a una acción de gracias -un canto cuasi eucarístico- por tanta ciencia y belleza allí acumuladas, con el Sol que rodea a María y a Jesús, que viene en su vientre, y con la Luna que está a los pies de la Reina sirviéndola. Que así aprendamos a servir como estos elementos de la naturaleza. y a glorificar y alabar a nuestro Dios continuamente como María.

Jaculatoria apropiada: Tú alientas nuestro agradecimiento, Virgen María; para alabar al que es Dios de la vida.

Segunda consideración: La tierra en el vestido de Santa María de Guadalupe.

Gracias a los conocimientos de investigadores notables del mundo indígena de la época de San Juan Diego hoy sabemos que en su vestido está el color rosado, signo de la tierra, lleno de figuras que representan flores, tallos, hojas, cerros, corrientes de agua. María y Jesús están siendo servidos por la naturaleza que se asienta en la tierra. Hagamos de nuestra Tierra el sitio que todos merecemos para vivir; Dios nos la ha dado para que seamos felices y vivamos de ella. Agradezcamos tantos bienes recibidos a través de ella.

Tercera consideración: El ayate, máxima expresión en la cultura nahua. Contemplemos a María de Guadalupe en el ayate de San Juan Diego. Ella, la Flor de flores, está allí. Y el ayate, hecho de las fibras del maguey, probablemente por María Lucía, la buena esposa de Juan Diego, nos está diciendo que es verdad, que lo que se dice allí le perteneció a un hombre cabal representado por su mismo ayate, quien se unió a su mujer en matrimonio, representado simbólicamente esto en la cultura indígena a través de dos puntas del ayate de Juan Diego entrelazadas con dos puntas del hipil de María Lucía: un canto eucarístico de la naturaleza y de los humanos para Dios y María a través de San Juan Diego y María Lucía. Agradezcamos. Alabemos.

Cuarta consideración: La belleza de Santa María de Guadalupe. La máxima figura femenina humana que ha existido y existirá está en el ayate de San Juan Diego. Contemplemos su belleza. Su mirada compasiva. Su sonrisa. Su porte tan digno. Su ternura y figura prematernal. Es la máxima expresión de belleza femenina del mundo entero. Regocijémonos con su presencia entre nosotros y demos gracias al que la ha sabido hacer y plasmar con tal belleza en un ayate de fibra de maguey.

Quinta consideración: La sencillez del pan, del vino y de Jesús de Nazaret. Dios sabía que nos iba a inventar la presencia eucarística del Señor Jesús en un poco de trigo convertido en pan a través de la trituración, y en un poco de vino, extraído del fruto de la vid, gracias a la maceración de las uvas en el lagar y en las prensas actuales. María, en el Acontecimiento Guadalupano, nos trae al Inspirador de la naturaleza y a quien toda la naturaleza alaba, sirve y bendice. El mismo que se nos da en la Eucaristía como pan de nuestra vida y bebida de nuestra salvación gracias a su entrega total al Padre y a nosotros a través de su sacrificio redentor. El misterio eucarístico nos lleva a adorar, bendecir y glorificar a quien por nosotros se hizo carne y habitó entre nosotros para hacernos familiares suyos gloriosos para siempre. Alabémoslo. Ensalcémoslo. Glorifiquémoslo eternamente.



Apoyos bíblicos: Salmo 104(103); Ex 12, 17-18; Lc 22, 7-20; 1Cor 11, 23-26; Apoc 19, 5-9.

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