El Secreto del Santo Rosario
Practicar el Rosario.
No nos contentemos, pues, queridos compañeros, con recomendar a los demás el rezo del rosario. Tenemos que rezarlo nosotros. Podremos estar intelectualmente convencidos de su excelencia, pero –si no lo practicamos– poco empeño pondrán los oyentes en aceptar nuestro consejo, porque nadie da lo que no tiene: Comenzó Jesús a hacer y enseñar. Imitemos a Jesucristo, que empezó por hacer lo que enseñaba. Imitemos al Apóstol, que no conocía ni predicaba sino a Jesús crucificado.
Es lo que debemos hacer al predicar el santo rosario. Que –lo veremos más adelante– no es sólo un conjunto de padrenuestros y avemarías, sino un compendio maravilloso de los misterios de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús y de María.
(De “El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”, de San Luis M. Grignion de Montfort)
Comentario:
Nadie puede dar lo que no tiene. No podemos convencer de la excelencia de rezar el Santo Rosario, si no lo rezamos nosotros mismos y estamos convencidos de su eficacia.
Jesús, cuando los primeros dos discípulos le preguntaron dónde vivía, Él no les dijo dónde, sino que les respondió: “Vengan y lo verán.”
Lo mismo ocurre con el rezo del Santo Rosario. Es necesario que comprobemos por nosotros mismos y con la práctica las maravillas que se obtienen con esta devoción, y así podremos convencer a los hombres para que abracen esta práctica piadosa.
Por eso si no rezamos el Rosario, poco adelantaremos en la virtud y poco fruto obtendremos de los sacramentos, porque el Rosario es como la lluvia que prepara el terreno para la operación espiritual de nuestras almas y de las almas de nuestros prójimos.
A rezar se aprende rezando, y con el Rosario sucede lo mismo, que si no lo rezamos, nos quedaremos afuera de este misterio y maravilla que es la práctica del rezo cotidiano del Santo Rosario.
“Vengan y lo verán”, dijo el Señor a los primeros discípulos. Recen el Rosario y conocerán los tesoros que están reservados para los elegidos, nos dice hoy el Señor.
No esperemos más tiempo y hagamos el propósito de rezar el Rosario cada día, de ser posible los veinte misterios, que los frutos, gracias y dones no se harán esperar.
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