Docenario Guadalupano
Jueves, 12 de mayo de 2016
Padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
Estamos inmersos en el calor solar pero también en el amor misericordioso de Dios y de María en este mayo. Descansemos nuestra mirada y nuestro corazón en Ella y, con su ayuda, en Dios mismo, Fuego de Amor misericordioso.
Dejémonos invadir por el fuego del Espíritu Santo que al final de esta semana, en Pentecostés, nos hará arder como los corazones de los discípulos del Señor que caminaban sin esperanza hacia Emaús, pero que al encontrarse con Jesús ardieron con nueva alegría y generosidad… Pidamos que estas virtudes tan cristianas nos impregnen este mes. Vamos a reflexionar y orar este día, y los que queden de mayo, en cómo María, nuestra Madre, cuando vino al Tepeyac en 1531, y ya para siempre, se quedó con nosotros para seguirnos llenando de su amor misericordioso y espléndido.
Hagamos silencio interior y oremos…
Primera consideración: Dios y María actúan misericordiosamente en el Tepeyac.
Dios nos mandó a María para manifestarnos su inmensa misericordia. Y quiso hacerlo a través de Ella porque el pueblo necesitaba en ese momento una madre que lo consolara y acogiera en ese trance de pérdida total de todo. Ella puso todo lo que estuvo de su parte para darles a los indígenas al Sol vivo, brillante y verdadero que estaban esperando. Sí, Ella les trajo, y nos trajo, a Jesús y nos lo sigue dando todavía. Y nos dejó dicho: “Yo en verdad soy su Madre compasiva… allí les escucharé su llanto, su tristeza; (vine) para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores” (N.M. 29.32 y 99-123). Sintamos, comprendamos, alabemos. Jaculatoria: Santa María de Guadalupe, Madre llena de misericordia, ahora y siempre acógenos Gran Señora…
Segunda consideración: Con la entrega de las flores y de la Imagen Guadalupana, Dios y María cumplen su alianza de fidelidad con su pueblo.
Gocemos contemplando el momento en que Juan Diego encuentra las flores en lo alto del Tepeyac, cómo las corta, las pone en el ayate y baja a dárselas a María, quien se las reacomoda en el ayate. Sigamos a Juan Diego hasta que llega con el Obispo y le ofrece las flores, y cómo en ese momento se imprime la imagen maravillosa de María en el ayate. ¡Qué obra de amor y de misericordia de Dios y de nuestra Madre! Alabemos, demos gracias (N.M. 124-189).
Tercera consideración: Nuestra Madre visitó y le dio la salud a Juan Bernardino el mismo día 12 en la mañana.
Nos dice la narración original del Acontecimiento Guadalupano —el Nican Mopohua— que la Virgen le dijo a Juan Diego, ante la aflicción que tenía por la mala salud de su tío, “que no se afligiera, que su tío ya estaba sano”. Después le afirmó su tío a Juan Diego, cuando se vieron posteriormente, “que era cierto, que en ese momento Ella lo sanó…” (números 194-208). Dios y María siempre cumplen misericordiosamente y con fidelidad su Alianza con cada uno de nosotros. Agradezcamos, alabemos.
Cuarta consideración: Desde los orígenes de este Acontecimiento la Virgen hizo muchos favores y milagros a muchísimas personas. El mismo día del traslado de la Imagen Guadalupana del centro de la ciudad al Tepeyac —26 de diciembre de 1531—, la Virgen devolvió la vida a un indígena que fue atravesado por una flecha, como consta por la historia. Contamos, además, con muchas narraciones testimoniales de los siglos pasados en que se narran las maravillas que ha obrado nuestra Madre en favor de cientos de herman@s que han recibido la salud y resuelto problemas y desavenencias gracias a Ella. Siempre ha sido solícita y misericordiosa para dar su amparo y protección.
Quinta consideración: Nuestra amable, sencilla y misericordiosa madre, Santa María de Guadalupe, nos sigue amparando y consolando actualmente a cuantos confiamos en Ella. Es emocionante ver a tantas personas que llegan al Tepeyac hasta de rodillas para darle gracias a nuestra Madre y ponerse bajo “su compasiva mirada misericordiosa” (N.M. 33) por tantos favores que va concediendo. Desde los señores obispos hasta los más pequeños fieles de muchas partes del mundo seguimos recurriendo a Ella como nuestro amparo más seguro, como nuestra promotora más eficiente, como la Maestra de la vida que nos sigue dando a Jesús, el Fruto Bendito de su vientre, y la que nos lanza a ser solidarios como Ella y como Jesús, con nuestros hermanos y hermanas más desamparados. Ella siempre seguirá cumpliéndonos y animándonos a que sigamos su ejemplo y nos esforcemos cada día para llevar a nuestro alrededor la paz y alegría que Ella nos despierta.
Comprometámonos con Ella y Jesús para que logremos un México mejor para tod@s.
Citas de la Biblia: Salmos 45 (44) y 145 (144); Mt 5, 1-12 y 43-48; Jn 13, 34-35.
Frases de la bula “Misericordiae vultus (El rostro de la misericordia)”, del papa Francisco: “El pensamiento se dirige ahora a la Madre de la Misericordia. La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios” (24a).
“Dirijamos a Ella la antigua y siempre nueva oración de la Salve Regina: Te saludamos Reina y Madre de misericordia, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el Rostro de la misericordia, su Hijo Jesús” (24c).
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