12.08.2013

DOCENARIO GUADALUPANO DICIEMBRE

Docenario Guadalupano
 
Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita

  Procesión al Santuario Mariano de San Cristóbal en honor de Nuestra Señora de Guadalupe
Es una gloria para México que la siempre Virgen y Madre de Jesús nos haya visitado en nuestro país y haya permanecido entre nosotros de una manera tan especial. Ella, la misma Madre de Cristo, la Inmaculada Concepción, por gracia de Dios es la misma que ha puesto su trono glorioso en todo el territorio nacional.
Por donde vayamos siempre habrá una capilla, ermita, altarcito lleno de flores para anunciarnos que Dios la mandó para estar entre nosotros y favorecernos ampliamente con su amor materno. Agradezcamos a Dios tan gran designio. Hoy la contemplaremos bajo aspectos que Ella misma dice de sí en el Tepeyac a Juan Diego.
 
Primera consideración: María, concebida sin pecado original. Dios Padre tuvo la oportunidad de escoger a María como su Hija predilecta. El Verbo Eterno la escogió para Madre y el Espíritu Santo, para Perfecta Aliada-Esposa-Compañera. El Todo y Tres Veces Santo tuvo que hacer a María inmaculada en todo sentido para que pudiera vivir sus relaciones con las Tres Divinas Personas de manera sublime, impensable, inimaginable. Contemplemos este misterio. Jaculatoria apropiada: Por tu limpia Concepción, oh Soberana Princesa, una muy grande pureza te pedimos de corazón.
 
Segunda consideración: Ella, la Perfecta Madre de Dios. Nuestra Madre se llamó a sí misma, en el Tepeyac, como Madre de Dios muy humildemente (26); nosotros hablamos de su perfección materna porque engendró a Cristo perfectamente, inmaculadamente, con la colaboración directa del Espíritu Santo. Contemplemos a la Perfecta Madre de Cristo y nuestra. (Lc 1, 26-38 y 2, 1-7).
 
Tercera consideración: María, la Perfecta siempre Virgen Santa María. Este título, querido por Dios desde la eternidad, se lo da Ella a sí misma ante Juan Diego cuando lo manda ante el Obispo (N.M. 26 y 62). Ella es perfecta también en su virginidad, en su entrega total a Dios y a nosotros. Alabemos a Dios, que así lo quiso, y a Ella, que lo fue tan perfectamente.
 
Cuarta consideración: Ella, la Madre de México. Madre unificadora y reconciliadora. Ella se declara “Madre de todos los que en esta Tierra están como siendo uno” (N.M. 29 y 30). ¡Qué orgullo para nosotros formar parte de México que tiene a esta Madre! ¡Pero qué trabajo tuvo para unificar tantas razas y estilos! ¡Y qué capacidad para reconciliar a todos para formar un solo pueblo unido por Ella y en Ella! (N.M. 192-193 y 214-216). ¡Alabémosla, ensalcémosla eternamente!
 
Quinta consideración: Ella, Servidora, Protectora, Abogada, Intercesora. Así se presentó ante Juan Diego, el Obispo, Juan Bernardino, el pueblo. Es cuna, refugio, donación y ternura para tod@s. Aprendamos de Ella todas estas actitudes para hacer un México mejor para tod@s
. Amén…

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