Docenario Guadalupano
Padre Joaquín Gallo
Jueves, 11 de julio de 2013
Nuestra fe y el Acontecimiento Guadalupano
Jesucristo: Dios Verdadero de Dios Verdadero.
Iniciamos este mes con la primera encíclica del papa Francisco, esperamos que nos ayude a avanzar en nuestro camino de la fe. Ya la iremos compartiendo en números siguientes. Este mes vamos a seguir con nuestro programa.
Le pedimos a Santo Tomás Apóstol, a quien hemos celebrado hace unos días, que nos ayude a decirle a Jesús: “Señor mío y Dios mío” con toda la convicción y cariño como se lo dijo él al Señor Jesús resucitado. La proclamación de Santo Tomás nos invita a reafirmar nuestra fe no en un hombre cualquiera, sino en el que es de la misma naturaleza divina con el Padre y el Espíritu Santo. Es, nada menos, el Hijo Unigénito de Dios, Señor de la historia. Nuestra Madre nos ayudará a profesar así nuestra fe. Quienes estén de vacaciones que las disfruten y gocen de las maravillas que Dios nos ha dado gracias a Jesús. Oren en familia y entre amigos para mantenerse fieles al Dios de la vida como lo hizo Santiago Apóstol, el mayor, a quien celebraremos a fin de mes.
Primera consideración: Profesamos en nuestra fe que el Verbo Eterno es engendrado, no creado por el Padre, toda la eternidad.
Nuestra razón es finita, de allí que no puede comprender la inmensidad de Dios, pero intenta comprender, barruntar la verdad divina y toda la verdad. Sabemos que, para ser Dios como el Padre y el Espíritu Santo, el Verbo, Palabra, Hijo del Padre no es criatura, existe desde siempre igual que las otras dos personas. Nuestros términos humanos son insuficientes pero es como si dijéramos que nuestros padres, para traernos a la historia, respecto a cada uno de sus hijos, no eran padres previamente, fueron padres en el momento en que nosotros fuimos engendrados, no antes. Esta simultaneidad entre ser padres y ser hijos es lo que nos ilustra lo que es la Vida Divina, y lo que queremos decir cuando afirmamos: engendrado, no creado, simultáneo con el Padre. Pidamos a nuestra Madre nos ayude a comprender y a adorar este misterio. Jaculatoria apropiada: Tú que con el Padre y el Espíritu Santo eres un solo Dios y Señor, ten misericordia de nosotros.
Segunda consideración: El Verbo, Palabra de Dios, es expresión viva del Padre.
Cuando en la última cena Felipe le dice a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”, el Señor le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes y ¿todavía no me conoces? Quien me ve a Mí, ve al Padre.” (Jn 14, 8-9).
El Señor es el Evangelio del Padre, la Buena Noticia de que Dios Padre es tan bueno y misericordioso como nos lo muestra Jesús. Hoy le podemos agradecer al Padre este don inmenso de conocerlo, aunque sea limitadamente…
Tercera consideración: El Verbo Eterno es de la misma naturaleza del Padre.
Cuando afirmamos en el Credo que Jesucristo es de la misma naturaleza del Padre estamos afirmando que es Verdadero y Eterno Dios como el Padre, no que es un reflejo pálido ni que es un superhumano potente; estamos afirmando que comparte la completa divinidad con el Padre y el Espíritu Santo. María y los santos, cada quien en sus circunstancias personales, se fueron dando y cuenta de esto y por eso se entregaron tan totalmente a Jesús porque supieron y saben que es Verdadero y Eterno Dios, Señor de la historia y Camino al Padre y a l@s herman@s. Ofrezcámonos a Él para que cuente con nosotros, nos enseñe a hacer siempre la voluntad divina y atraigamos, así, mejores tiempos para tod@s.
Cuarta consideración: Profesamos que las Tres Divinas Personas son el Verdad erísimo Dios.
Dios no es una imaginación o un ente prefabricado por nuestra mente, es trascendente, nos supera en todo, nos crea, nos impulsa para que vivamos, nos invita a colaborar con Él en la obra de la conservación de la creación y en nuestra propia salvación eterna y la de otr@s. En Él todo es luz, verdad, congruencia, armonía, amor. Por su parte, nuestra Madre le dijo a Juan Diego en el Tepeyac que le traía -y en él estamos representados todos- al Verdad erísimo Dios por quien vivimos, al Señor de los rostros y corazones, al que está presente en todo nuestro entorno. (N.M. 26). Agradezcámosle este servicio tan sustancioso y especial que nos compromete a colaborar con Él y con Ella…
Quinta consideración: Santa María de Guadalupe, en el Tepeyac, viene a decirnos que nuestra fe es verdadera.
Los aportes de la Virgen en el Tepeyac respecto a nuestra vida humana y nuestros valores nos dan la certeza de que Ella nos conoce y comprende desde siglos antes. Las conceptualizaciones respecto a los simbolismos, datos antropológicos y científicos y todo lo que Ella nos trajo en sus apariciones, mensaje y simbolismos son tales, tan congruentes y tan historizados que ninguna mujer en ningún lugar de la Tierra pudo tener la cabalidad de comprensión que Ella manifestó en este vital acontecimiento mundial.Esto quiere decir que participa ya de otra vida superior y que, por tanto, es capaz de develarnos el misterio de Dios como ninguna otra persona en la Tierra. Acojamos su mensaje, su cariño y comprensión y sigamos participando unidos en lo que nos ha pedido para que seamos el pueblo de la Alianza que Dios ha querido hacer de nosotros. Confiemos en Ella y en este Dios bueno que confía en nosotros; pongamos todo lo que esté de nuestra parte para colaborar con Él como María se lo pidió a Juan Diego y al arzobispo Zumárraga (N.M. 37 y 58-61).Apoyos bíblicos: Jn 1, 1-14; Lc 1, 26-38; Heb 1, 1-14; Ef 3, 16-21; Col 1, 15-20; Salmo 72(71).Citas del Concilio Vaticano II: Constitución “Dei Verbum (El Verbo: Palabra de Dios)”. Sobre la Divina Revelación, números 2 a 5. Constitución “Gaudium et Spes (Los gozos y las esperanzas.)”. La Iglesia en el mundo moderno, número 22. Decreto “Ad gentes Divinitus (La Iglesia, enviada a las gentes.)”, sobre la actividad misionera de la Iglesia, 1.